sábado, 18 de octubre de 2014

¡Inteligencia!


Respecto a la marabunta que formó la V el pasado 11 de septiembre, la concentración de hoy en Plaza de Cataluña arroja un saldo claramente negativo para el unionismo. No obstante, el rasero por el que ha de medirse a las 30.000 personas que hoy han tomado el corazón de Barcelona no es la Diada; no, si convenimos en que comparar una convocatoria de afirmación cívica con una kermés nacionalista es un descalabro metodológico. Entre otros motivos, porque clamar en las calles por la ruptura, por cualquier ruptura, es más excitante que hacer bulto por la conservación del statu quo, la preeminencia de las leyes que informan la democracia o la virtud de los días laborables.

No en vano, la grisura de la opción "seguir juntos, como hasta ahora" nada puede hacer frente a la posibilidad de que cada día haya helado de postre, o de que sólo los besos nos tapen la boca, o de que la gente se reconozca al mirarse a los ojos. En este sentido, a los nacionalistas se les ha de reconocer el mérito de haber rebozado el supremacismo ("Solos seremos más felices porque somos superiores") en algodón de azúcar y de haber convertido la xenofobia en un anuncio de Ikea.

El constitucionalismo, insisto, no puede competir con esos reclamos, mas por eso precisamente la celebración del 12-O es un milagro. De hecho, si hace tres años me hubieran dicho que en Cataluña se institucionalizaría una jornada de estas características no me lo habría creído, como tampoco me habría creído que llegaría un día en que el gentío saldría a la calle y, bandera española en mano, corearía "In-Inte-Intel·ligència", remedo enternecedor del "In-inde-independència". (¡Si Millán Astray levantara la cabeza!)

Por lo demás, y teniendo en cuenta lo que nos jugamos, sería muy de agradecer que en sucesivos actos los vips españoles vencieran la alergia a España y se dejaran ver entre la llaneza. Que en lugar de ver tanta camiseta de Iniesta, en fin, viéramos al Iniesta de verdad.



Libertad Digital, 12 de octubre de 2014

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